El apoyo social que tenemos depende de la existencia o cantidad de relaciones sociales y de las características de dichas relaciones. Nuestra red social es el entramado formado por las relaciones formadas en torno a nosotros, con el grupo y con la comunidad. Pero el número de personas con las que interactuamos a diario no tiene por qué reflejar fielmente los recursos sociales de los que disponemos, ya que lo interesante de las relaciones que tenemos es su calidad no su cantidad. Desde esta perspectiva los recursos sociales disponibles para la persona aumentan conforme sitúe sus relaciones más próximas en el ámbito de las relaciones de confianza.
Aunque después de la jubilación nuestra red social externa tiende a verse mermada ya que no tenemos tanto contacto con nuestros compañeros de trabajo y ese ámbito de relación se deteriora a lo largo del tiempo, sí es cierto que podemos cultivar unas relaciones sociales más íntimas y cercanas con personas con las que compartimos aficiones, gustos y proyectos en común. Así se ha estudiado que las redes sociales de las personas mayores no suelen ser más pequeñas que las de las personas de 50 años o menos. Con respecto a otras características como el género y el estado civil, las mujeres y las personas casadas tienen redes más extensas que los hombres y los no casados.
La OMS en el programa “Objetivos para lograr la salud para todos” propuso, como fines, además de incrementar la esperanza de vida de todos los ciudadanos de Europa, mejorar la calidad de vida de las personas mayores y para lograr dichos objetivos citan la creación de estrategias y programas que estimulen la participación de los mayores en la vida comunitaria, promoviendo un proceso de envejecimiento más saludable y activo mediante cambios en los estilos de vida proporcionando servicios y apoyo suficientes para satisfacer las necesidades de las personas mayores.
En España, el Plan Gerontológico Nacional promovido por el IMSERSO propuso atender al conjunto de necesidades de la población española mayor de 65 años, creando un marco óptimo de coordinación y participación de la red de asistencia a las personas mayores a todos los niveles. Algunos de los objetivos generales eran: desarrollar y mejorar el sistema de prestaciones contributivas y no contributivas dirigidas a los mayores de 65 años con insuficientes recursos económicos y ofrecer complementos de pensión a los mayores de 80 años que hayan perdido su autonomía; promover la salud de los mayores y mejorar su bienestar físico, psíquico y social; ofrecer servicios sociales idóneos para dar respuesta a las necesidades de las personas mayores (sobre todo las de autonomía personal que aseguren la permanencia en el domicilio y la convivencia en su entorno habitual); facilitar el acceso de las personas mayores a los bienes culturales y fomentar entre ellos el empleo del ocio creativo y tiempo libre para mejorar su calidad de vida y su capacidad de sentirse útiles y la participación en todas las actividades de la vida social.